Melina me atendió en
su departamento. Bajó a abrirme con una bata de lana, una toalla en la cabeza
sosteniéndole el cabello en estado húmedo y unas pantuflas con cara de conejo y
con o9rejas de conejo que le hacían parecer piés de títere.
Yo –Melina hacen cinco
grados afuera.
Melina –Si, pasá
rápido, me estaba dando un baño de agua caliente, recién llego de la facu.
Pasamos a su
apartamento, me saqué sobretodo y mi mochila, me dijo que los deje en una silla
de madera que estaba al lado de un sillón, había una estufa encendida, un vino
tinto en la mesa y un pastel de berenjenas en escabeche con tomates y cebollas
y espinacas. Muy vegetariano.
Me senté y pregunté:
¿Te molesta que fume?
Melina –Preferiría que
no si son negros.
Yo –Esta vez no tengo
negros sino unos cigarrillos rubios berretas.
Melina –Mejor. Si
tenes hambre comé, me voy a secar el pelo y vuelvo, ahí en la cómoda hay una
carpeta con varios trabajos míos.
Yo –Ok, vaya y haga lo
que deba hacer muchacha.
Me encendí un
cigarrillo, miré por la ventana. Tomé una copa de vino. Abrí la carpeta y
comencé a mirar. Detenidamente a observar. A ver a ver aver ¿qué es esto? Pensé
para adentro ¿Otro prototipo de estudiante de la Prilidiano Pueyrredón
que se mudó al IUNA y que influenciada por Kandinsky está buscando un pinto
para su raya y así encontrar lo espiritual en el arte? Me reía solo y hacia
adentro de mi cinismo pero, había algo oscuro y personal en su trabajo, un odio
hacia su propia madre y hacia su padre. Y al parecer eran odios reprimidos y justificados,
finalmente apareció lo que más miedo le daría dar a un psicoanalista, un propio
autorretrato de sí misma frente a un espejo. Ese trabajo era interesante, la
mitad de su rostro se desfragmentaba atravesado por el rebote de rayos solares.
Ella se pintó de espaldas a la ventana pero de frente al espejo.
Entonces regresó con
la bata pero sin la toalla turbante que usaba en su cabeza, ahora su cabello
emanaba olor a hierbas y a secador de pelo. Y me preguntó: ¿Comiste algo?
Yo –Melina ¿Cuándo
viniste a la capital a estudiar tus padres ya estaban divorciados?
Melina –Sí ¿cómo
sabías?
Yo -Por tus dibujos.
Melina -¿Cómo puede
ser que por mis dibujos?
Yo –Cada vez que
dibujas casas dibujas una mujer en una ventana y un hombre en la puerta de
enfrente con maletas o con bolsos, o Hombres guardando cosas en los baúles de
autos. Todas acciones del hombre que se va.
Melina –Tenés razón,
no lo había notado. Sofía dijo la verdad sobre como observas manos, posiciones
físicas, gestos, colores, sombras y luces.
Yo –Sí, observo todas
esas cosas en las hojas y lienzos y fuera de ellas. Como que por ejemplo tenes
dos conejos en los piés que arrastran sus orejas por el piso de madera.
Melina –jejejeje
No pude evitar notar
que melina estaba en ropa interior bajo la bata y con una remerita arriba sin
corpiño, no porque se le descorriese demasiado la bata sino por la marcación de
la ropa que llevaba puesta y el tipo de tela. Supongo que por oficio. O de puro
pajero como prefieren creer las que no entienden ni de pintura ni de
psicología, ambas ciencias para pajeros, o sea que no por los motivos correctos
aciertan a la expresión de puro pajero. Expresión que cabe a guitarristas,
dibujantes y psicoanalistas. Y lógicamente también a pajeros jejeje.
Charlamos por horas,
reímos, comimos, bebimos, dibujamos juntos, intercambiamos percepciones y se
pasó el día. Y cuando en la ventana comenzaba a anochecer, ella, recostada en
el sillón, yo, recostado en una alfombra al lado del sillón, ambos dibujando en
hojas diferentes, giramos la cabeza cada uno hacia el otro y la distancia era
tan corta que solamente podíamos vernos a los ojos.
No sé cómo ocurren
esas cosas así, pero así ocurren, cayo del sillón sobre mí, y efectivamente
bajo la bata había lo que sospeché, una mujer en tanga, sin corpiño, y con una
remera de dormir de tela endeble.
El amanecer nos
encontró desnudos junto a una estufa, cobijados por una frazada y rodeados de
dibujos. Como a quince metros, desde otra ventana, una vecina de ella nos
espiaba. Era todo muy absurdo, como si estuviésemos en un apartamento de la
ventana indiscreta y Hitchcock filmase nuestra velada.
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