jueves, 5 de septiembre de 2019

Mientras tanto, la realidad fuera de la caja boba es esta


    Melina duerme como un ángel, no como un mosquito, sino como un ángel con campera, envuelta en mi abrigo. Me levanto dejándola arropada, su vecina me mira desde la ventana de enfrente. Voy a la cocina, como el edificio de enfrente y este mismo cierran en un tragaluz de cemento que se une diagonalmente, la puerta del baño y ventana que da al baño del apartamento de su vecina que nos espía, se une diagonalmente a la ventana de la cocina del apartamento de Melina, donde estoy preparando café y fumando, de pronto, pese a estar de espaldas, siento que me están mirando y me volteo, efectivamente, enfrente su vecina me mira. Está parada en la puerta del baño y me mira fijamente, abre la puerta del baño y sale un montón de vapor que empaña su ventana, y luego se cierra la puerta del baño, el vapor se va y la vecina ya no está en el pasillito. Yo sigo bebiendo café y fumando, y tomo una hoja para bocetar algo. Comienzo a dibujar vapor y unos ojos que espían y un metro más debajo de los ojos dibujo una vagina caliente chorreándose de humedad.
Titulo al dibujo: el hambre caliente que espía.

Me baño, me visto, le dejo una nota cariñosa y de gratitud a Melina junto a un desayuno caliente al lado de la almohada, la beso en la frente y me marcho.
Bajo las escaleras como si estuviese bailando tap en un film de Fred Astair, y salgo a la calle cuando una vecina abre finalmente la puerta de abajo. La que me abre es la espía, tiene el cabello húmedo. Me sonríe cómplicemente. Le digo: Gracias, me llamo Ricardo. Y ella dice: De nada, soy Magalí.
Magalí dobló hacia la derecha y yo hacia la izquierda, nos distanciamos de la esquina hacia rumbos diferentes, como suele ocurrirme cuando me espían. Entonces recordé que yo tenía un boceto que hice sobre Magalí, anoté una frase en el boceto e incluí mi mail. Retrocedí sobre los pasos que hice y retomé corriendo la dirección hacia donde se fue Magalí, la alcancé cuando ella subía a un taxi, alcancé a pasarle el dibujo por la ranura abierta de la ventana del taxi y justo arrancó el tráfico, arrancó el taxi que se llevaba a Magalí con el dibujo que yo hice y yo pensé en la frase que le escribí: “Lo que miramos también nos mira, ten cuidado con lo que desees, se te puede cumplir”.


Me encendí otro cigarrillo, metí las manos en los bolsillos de mi saco, jugué con unas monedas y un billete de cinco que había en un bolsillo y con los guantes de lana que había en el otro, mientras caminaba hacia el subte. Al bajar las escaleras le dejé los cinco pesos y las monedas a una joven que pedía en el subte, le dije: tomá campeona, ojalá tuviese para darte más. Que tengas un buen día.
Me guineo el ojo, porque ella sabe que como ella soy un perro callejero. En varias oportunidades la ayude a cartonear o le dejé ropa y comida en su parada mientras yo deambulaba laburando cuestiones mías.

Llegué a Agüero y bajé del subte, me fui para la Biblioteca Nacional, saqué tres libros y me puse a leer y a escribir. De pronto, me fui, mientras descendía las escaleras le pregunté a una secretaria en un despacho si podía ver mis mails y me dijo que me daba media hora. Entre mis mails había uno de Melina preguntándome si a la noche podía cenar con ella, el texto era hermoso en verdad, le respondí que sí, que a la noche iría.
Me fui de la biblioteca cargado de toda clase de pensamientos.


Recordé que la nota que le dejé a Melina decía:
Querida Meli: La vida, es, es lo que prevalece allá, fuera de la pantalla, fuera de la moral familiar, donde se conoce, se trata, se comprende, se odia a la gente, se ama a la gente, pero, se critica, sí, no se juzga, no se sentencia, se critica, se odia, se elogia, se ama, se discute, se acerca y se aleja de quienes le hacen mal, de quienes le hacen bien a quien vive fuera de las pantallas, a quien se atreve, a quien pelea, a quien ama, a quien vive de verdad. No se emiten sentencias de muerte con liviandad como hacen grupos de fanáticos y de fanáticas que desaforados invaden lo que no les corresponde ni pertenece y que si se les da vuelta la cuestión se cagan encima o salen corriendo de lo que aman hacerle a otros pero odian estar del otro lado.
Si te gusta disparar tenes que tener el coraje de también poner el pecho, sino nunca le apuntes a nadie.
A la gente se la ayuda o no, se la acompaña se la abandona porque no se comparten las formas y los modos, pero no se jode de por vida a nadie por la espalda, porque esa conducta cobarde no debe ser tomada como síntoma de valentía, engendra pestes.
Tu vecina nos espiaba cojiendo, creo que se metió en su baño a masturbarse.
Supongo que esta nota tiene que ver con todo lo que hablamos y lo que hicimos, me tomé el atrevimiento de prepararte el desayuno antes de irme.
La pasé muy bien. Te agradezco por todo, realmente la pasé bien, ojalá te hayas sentido bien también.



Hoy tenía hasta las 16.30 para visitar a Delfina, una amiga que estaba hospitalizada, el ex dorima le había dado una paliza y además ella no tiene parientes en capital, solamente me tiene a mí y no quiere que su familia sepa. Fui entonces al hospital, cerca de plaza La Heras, fui a ver a Delfi. Le llevé un libro, elegido muy especialmente para ella y para este momento de mierda.
La hice reír y le prometí que el tipo no la iba  lastimar nunca más. De pronto vino un médico y una enfermera y me dijeron y le dijeron que podía acompañarla a su casa. La llevé hasta San Telmo, pensé que iba a estar más tiempo internada pero no.
Una vieja casa chorizo, muy fría. Ella no tenía gas, yo tenía alcohol y algodón en mi mochila. Fui a la verdulería y pedí que me dieran lo que no iban a vender y lo propio hice n varios locales. Le llené la casa de comida. Le pasé platzul B en el rostro, una crema cicatrizante, le hice un té con miel y limón.
Armé un calentador de agua con un enchufe y una celda plástica, calenté dos baldes de agua, la bañe con agua caliente, me hizo acordar a cuando bañaba a mi abuelo enfermo o a mi abuela, solamente que por suerte Delfina no es un pariente y es más sexy.
La acosté en la cama. Le dejé comida caliente en un par de recipientes plásticos con tapa. Le encendí la tele. Le dije que debía irme pero que volvería a la madrugada a cuidara hasta que ella se sienta mejor.
Delfina tenía el rostro y las costillas golpeadas, y una de sus piernas también. Me dijo que tenía trabajo atrasado en su redacción, le dije que se lo haría yo, me llevé el encargo y comencé a redactar lo que le pidieron, hasta le hice bocetos para la nota.
Le dejé el libro una botella de jugo preparado y un sedante que le dieron en el hospital, le dije que cerraría la puerta con llave que me preste la otra llave, ella me contó que le sacó la llave al marido de las dos que tienen para que el no se quede ninguna, y que si no intervenían los vecinos el ex marido la mataba.
Delfina sentía vergüenza, se sentía un trapo de piso, se sentía estrujada y humillada, sentía que el mundo era una mierda. Traté de recordarle miles de cosa hermosas entre las cuales están sus viejos sueños y algunos de sus logros. Pero ella sentía que era su culpa haber salido con ese sorete y de algún modo sentía mucha humillación por las emociones en que la hundió la violencia, cosas que ella nunca deseo sentir, como el terror o la dependencia. Le prometí ayudarla y que todo iba a mejorar.


Tres horas más tarde yo estaba en lo de Melina, con una ceja abierta sangrándome.
Tuve que contarle a Melina lo que ocurrió.
Melina -¡¿Qué te pasó?!
Yo –Nada grave, no es nada, voy a estar bien.
Melina –Pero ¿qué te pasó?
Yo –Me tuve que cagar a trompadas con el ex marido de una amiga y con uno de sus amigos.
Melina –Pero ¿porqué, te encamaste con su mujer?
Yo –No, nada que ver, lo recontracague a trompadas y llegó un amigo de él y atinó a pegarme de costado una patada en la ceja.
Después recagué a trompadas a su amigo.
Ya te digo, yo estoy bien, ellos no.
Melina –Pero Ricardo no podés vivir así, sos grande ¿cómo puede ser que en un momento sos como un catedrático y al otro como un ganster?
Yo –Leíste la nota que te dejé.
Melina –Sí, es hermosa.
Yo -¿La entendiste?
Melina –Creo que sí.
Yo –Entonces no trates de cambiarme a mí, yo no intentaré cambiarte a vos, si compartimos momentos que nos hacen bien y que disfrutamos eso es un montón y es hermoso, lo demás dejalo para los ancianos. Para los que se apegan a los cánones dogmáticos de las costumbres aburridas y necias. Por favor, aceptémonos como somos o sigamos cada cual por su lado. No hay necesidad de que yo complete la imagen del hombre “ideal” que vos hayas idealizado ni jamás exigiría que completes vos a una supuesta mujer “ideal”. A mí me gusta lo que comparto con vos. Y ya eso es mucho y es muy lindo.
Melina –No, yo no pretendo cambiarte, solamente me preocupé.
Yo –Vos misma lo dijiste, estoy grande, sé cuidarme solo. Estoy bien, en serio, no te preocupes ni tomes a mal lo que te dije. Ya te conté que fue lo que paso y te aseguro que estoy bien. Vine a verte porque me mandaste un mail y tengo ganas de estar con vos y no quiero que estés preocupada por nada de lo que no es además preocupante en absoluto, pasémosla bien.
Melina –Bueno, dale, tenes razón. Ah, gracias por el desayuno, estaba rico.
Yo –Te dejé el café en esa taza con tapa para que no se te enfríe ¿lo llegaste a tomar caliente?
Melina –Sí.
Yo –Entonces calqué bien.
¿Sabes que tenés una vecina que nos espía?
Melina –Sí, igual es lesbiana, tiene novia.  Veces su novia viene a su casa.
Yo –Ah, entonces te espía a vos. Jajajajaja
Melina –¿De qué te reís?
Yo –No, de nada.
Melina –No, no no de nada no, de algo te reís.
Yo –Una cagada que me mandé. Que es muy graciosa.

No me quedó más que contarle el dibujo de la vecina que hice con la frase que le escribí. Y entonces la que comenzó a reírse fue Melina.

Yo –Está bien que te rías de mí.
Melina –Eso te pasa por coquetear con mi vecina cuando todavía tenías todo el aroma de mi cuerpo encima de ti. ¿Ves que no querés madurar?
Yo –Lo primero te lo concedo, lo segundo depende. ¿Vos asocias la maduración como un compromiso sexual unilateral?
Melina –No exactamente pero es un poco raro lo que hiciste.
Yo –Solamente me dejé llevar ante una actividad que podríamos señalar también como un poco rara, la vecina Voyeur parece más rara en su actitud que yo si es que vamos a poner carteles a las conductas.
Melina –En parte puede ser pero creí que fue lo suficientemente lindo lo que nos pasó anoche y que no te quedaría espacio para pensar en otra cosa.
Yo –Lo que compartimos anoche fue hermoso pero si me pongo a idealizar cada detalle y a acompañarte en idealizaciones, entonce vos y yo vamos a lastimarnos mucho y por más que nos hagamos mucho bien nos haríamos mucho mal.
No tenía intención de levantarme a tu vecina si eso te deja más tranquila saberlo. Solamente me llamó la atención cómo podía escribir a partir de ese hecho una historia y cómo podía continuar la misma fue la intriga que me llevó a darle el dibujo con la frase.
Melina –Pero sabés que inevitablemente tu audacia puede es coquetéo y que de hecho el arte con que acompañas tus acciones no pasa desapercibido.
Yo –En parte sí y en parte no, tu vecina puede interpretar mi conducta para el recarazo ya ves que hacemos especulaciones prejuiciosas de un modo u otro. Pero a mí me interesas vos, vine a verte a vos no a tu vecina.
Melina -¿querés escuchar algo de musica? Elegite algo para poner suave mientras cocino.
Yo -¿Te puedo ayudar en la cocina?
Melina –No, esta vez no.

Puse Jazz, fui hasta la cocina, la tome de la cintura por la espalda, le besé el cuello y le susurré al oído, soy bueno cocinando ¿No me dejás ayudarte un poco?

Melina se dio vuelta y empezamos a garchar como fieras enajenadas y con la luz tenue.
La cocina tenía una de esas perillas que regulan la fuerza de la luz. Y el comedor también. Melina apoyada contra la pared comenzó bajar la perilla.
La senté en la mesada, abrí sus piernas y me la comí a beso a Melina entera. Después la puse boca abajo sobre la mesa y siniestramente percibí dos ojos brillando en frente que luego eran cuatro, en una oscuridad apenas acariciada por la poca luz que se proyectaba desde la cocina de Melina. Eran los ojos de la vecina de Melina y de la novia de la vecina de Melina. Y yo dándole murra a Melina para deleite de las vecinas depravadas.
Que escena tan nocturna y oscura. Se empezaron a besar las vecinas aportándome más calentura de la ya existente y me llevé montada sobre mí a Melina al comedor para concentrarme solamente en Melina. Sin distracciones caligulescas.

De pronto, Melina dejó a la mujer cordial, me mordió la oreja y me susurró una frase que es poner quinta a fondo.

Melina –Quiero que me hagas el culo.

Melina estaba más caliente que la noche anterior, claramente.
Noté que mientras complacía su pedido y mientras la masturbaba al mismo tiempo que le daba el gusto. Sus piernas abiertas de par en par y ella sentada sobre mí, con sus senos desnudos y su vagina masturbada por mi mano apuntaban a la ventana de su vecina. Y ahí mismo vi que sus vecinas no solamente nos miraba sino que estaban garchando. Es un momento realmente muy peculiar debido a que no tuve que inventarlo para que exista y tampoco estoy filmando una porno, es simplemente un momento de vida, se queda y se va con la vida de quienes lo viven. Es iba a decir como si todavía lo estuviese viviendo, pero fue, era un momento muy intenso y estimulante, realmente fue muy intenso todo. Melina tenía contorsiones espasmódicas de verdad estaba chorreando por todos lados orgasmos y yo estaba por estallar como si fuese un camión de bomberos que apaga incendios con leche. Y las vecinas de Melina estaban caliguleándola en un 69. Lo que me hizo estallar más fuerte, como un volcán de leche en erupción.
Realmente fue muy intenso y caí rendido.
Melina me lleno de besos mientras yo quedé estático mirando el techo.
En el techo imaginé constelaciones, constelaciones girando.
Melina me besó la herida en mi ceja, literalmente me lamió y luego besó con sus labios la herida en mi ceja.
Nos quedamos abrasados. Estáticos. Eternos. Satisfechos. Enamorados. Sin reproches, sin reclamos, sin ayer ni mañana. Solamente eternos como ese momento. Momento que iba a terminar aunque jamás termine.
Empecé  besarle la espalda a melina, incluso donde se le hacen dos hoyuelos. Me encendí un cigarrillo. La di vuelta y le besé el abdomen, el ombligo, mordí sus piernas, sus nalgas, besé su cuello, mordisquee sus senos, su pera y su nariz.
La llené de besos hasta en sus brazos.
La alcé en mis brazos y la lleve a su cama. Traje del baño una toalla mojada profusamente en agua caliente tirando a tibia. La pasé por varias partes de su cuerpo y comencé a besarle la concha por media hora hasta que erecto de nuevo volvía penetrarla. Gritó enloquecida sin gritar, porque eran gemidos enloquecidos que no eran gritos y que a la vez lo eran.
Terminado todo ella me dijo como quien suelta algo desesperado: Te amo.
Quise explicarle que eso que ella siente no creo que sea amor pero no quise explicarle que es lo que creo que es que la lleva a decir que lo es.
Le dí un beso muy diferente a todos los anteriores, uno inolvidable y le dije que debía ir a cuidar a Delfina, que es solamente una amiga y que me necesita.
Melina comprendió y me fui sin promesas, con mucho cariño, me fui.
Emprendí viaje hacia lo de Delfina y dormí junto a Delfina. Solamente cuidándola, sin nada sexual. Cuidándola y charlando con Delfina. Le conté un par de ideas que la entusiasmaron y le expliqué porqué todo mejoraría, le conté exactamente qué haríamos para que todo mejore.

Delfina -¿Te peleaste con Daniel?
Yo –Sí Delfi, no te va a molestar más.
Delfina –Es un hijo de puta.


Delfina rompió en llanto. La acurruqué abrazándola. Y le repetí un millón de veces, todo va a mejorar de a poco, todo va a ponerse bien, vos te vas a poner bien, vas a estar bien. Todo va a salir bien. Descansa tranquila, no te va a pasar nada. Le dije hasta que se cerraron sus ojos y finalmente pudo dormir ella y pude dormir yo.

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