Melina duerme como un ángel, no como un
mosquito, sino como un ángel con campera, envuelta en mi abrigo. Me levanto
dejándola arropada, su vecina me mira desde la ventana de enfrente. Voy a la
cocina, como el edificio de enfrente y este mismo cierran en un tragaluz de
cemento que se une diagonalmente, la puerta del baño y ventana que da al baño
del apartamento de su vecina que nos espía, se une diagonalmente a la ventana
de la cocina del apartamento de Melina, donde estoy preparando café y fumando,
de pronto, pese a estar de espaldas, siento que me están mirando y me volteo,
efectivamente, enfrente su vecina me mira. Está parada en la puerta del baño y
me mira fijamente, abre la puerta del baño y sale un montón de vapor que empaña
su ventana, y luego se cierra la puerta del baño, el vapor se va y la vecina ya
no está en el pasillito. Yo sigo bebiendo café y fumando, y tomo una hoja para
bocetar algo. Comienzo a dibujar vapor y unos ojos que espían y un metro más
debajo de los ojos dibujo una vagina caliente chorreándose de humedad.
Titulo al dibujo: el
hambre caliente que espía.
Me baño, me visto, le
dejo una nota cariñosa y de gratitud a Melina junto a un desayuno caliente al
lado de la almohada, la beso en la frente y me marcho.
Bajo las escaleras como
si estuviese bailando tap en un film de Fred Astair, y salgo a la calle cuando
una vecina abre finalmente la puerta de abajo. La que me abre es la espía,
tiene el cabello húmedo. Me sonríe cómplicemente. Le digo: Gracias, me llamo
Ricardo. Y ella dice: De nada, soy Magalí.
Magalí dobló hacia la
derecha y yo hacia la izquierda, nos distanciamos de la esquina hacia rumbos
diferentes, como suele ocurrirme cuando me espían. Entonces recordé que yo
tenía un boceto que hice sobre Magalí, anoté una frase en el boceto e incluí mi
mail. Retrocedí sobre los pasos que hice y retomé corriendo la dirección hacia
donde se fue Magalí, la alcancé cuando ella subía a un taxi, alcancé a pasarle
el dibujo por la ranura abierta de la ventana del taxi y justo arrancó el tráfico,
arrancó el taxi que se llevaba a Magalí con el dibujo que yo hice y yo pensé en
la frase que le escribí: “Lo que miramos también nos mira, ten cuidado con lo
que desees, se te puede cumplir”.
Me encendí otro
cigarrillo, metí las manos en los bolsillos de mi saco, jugué con unas monedas
y un billete de cinco que había en un bolsillo y con los guantes de lana que
había en el otro, mientras caminaba hacia el subte. Al bajar las escaleras le
dejé los cinco pesos y las monedas a una joven que pedía en el subte, le dije:
tomá campeona, ojalá tuviese para darte más. Que tengas un buen día.
Me guineo el ojo,
porque ella sabe que como ella soy un perro callejero. En varias oportunidades
la ayude a cartonear o le dejé ropa y comida en su parada mientras yo deambulaba
laburando cuestiones mías.
Llegué a Agüero y bajé
del subte, me fui para la Biblioteca
Nacional , saqué tres libros y me puse a leer y a escribir. De
pronto, me fui, mientras descendía las escaleras le pregunté a una secretaria
en un despacho si podía ver mis mails y me dijo que me daba media hora. Entre
mis mails había uno de Melina preguntándome si a la noche podía cenar con ella,
el texto era hermoso en verdad, le respondí que sí, que a la noche iría.
Me fui de la
biblioteca cargado de toda clase de pensamientos.
Recordé que la nota
que le dejé a Melina decía:
Querida Meli: La vida,
es, es lo que prevalece allá, fuera de la pantalla, fuera de la moral familiar,
donde se conoce, se trata, se comprende, se odia a la gente, se ama a la gente,
pero, se critica, sí, no se juzga, no se sentencia, se critica, se odia, se
elogia, se ama, se discute, se acerca y se aleja de quienes le hacen mal, de
quienes le hacen bien a quien vive fuera de las pantallas, a quien se atreve, a
quien pelea, a quien ama, a quien vive de verdad. No se emiten sentencias de
muerte con liviandad como hacen grupos de fanáticos y de fanáticas que
desaforados invaden lo que no les corresponde ni pertenece y que si se les da
vuelta la cuestión se cagan encima o salen corriendo de lo que aman hacerle a
otros pero odian estar del otro lado.
Si te gusta disparar
tenes que tener el coraje de también poner el pecho, sino nunca le apuntes a
nadie.
A la gente se la ayuda
o no, se la acompaña se la abandona porque no se comparten las formas y los
modos, pero no se jode de por vida a nadie por la espalda, porque esa conducta
cobarde no debe ser tomada como síntoma de valentía, engendra pestes.
Tu vecina nos espiaba
cojiendo, creo que se metió en su baño a masturbarse.
Supongo que esta nota
tiene que ver con todo lo que hablamos y lo que hicimos, me tomé el
atrevimiento de prepararte el desayuno antes de irme.
La pasé muy bien. Te
agradezco por todo, realmente la pasé bien, ojalá te hayas sentido bien
también.
Hoy tenía hasta las
16.30 para visitar a Delfina, una amiga que estaba hospitalizada, el ex dorima
le había dado una paliza y además ella no tiene parientes en capital, solamente
me tiene a mí y no quiere que su familia sepa. Fui entonces al hospital, cerca
de plaza La Heras ,
fui a ver a Delfi. Le llevé un libro, elegido muy especialmente para ella y
para este momento de mierda.
La hice reír y le
prometí que el tipo no la iba lastimar
nunca más. De pronto vino un médico y una enfermera y me dijeron y le dijeron
que podía acompañarla a su casa. La llevé hasta San Telmo, pensé que iba a
estar más tiempo internada pero no.
Una vieja casa
chorizo, muy fría. Ella no tenía gas, yo tenía alcohol y algodón en mi mochila.
Fui a la verdulería y pedí que me dieran lo que no iban a vender y lo propio
hice n varios locales. Le llené la casa de comida. Le pasé platzul B en el
rostro, una crema cicatrizante, le hice un té con miel y limón.
Armé un calentador de
agua con un enchufe y una celda plástica, calenté dos baldes de agua, la bañe
con agua caliente, me hizo acordar a cuando bañaba a mi abuelo enfermo o a mi
abuela, solamente que por suerte Delfina no es un pariente y es más sexy.
La acosté en la cama.
Le dejé comida caliente en un par de recipientes plásticos con tapa. Le encendí
la tele. Le dije que debía irme pero que volvería a la madrugada a cuidara
hasta que ella se sienta mejor.
Delfina tenía el
rostro y las costillas golpeadas, y una de sus piernas también. Me dijo que
tenía trabajo atrasado en su redacción, le dije que se lo haría yo, me llevé el
encargo y comencé a redactar lo que le pidieron, hasta le hice bocetos para la
nota.
Le dejé el libro una
botella de jugo preparado y un sedante que le dieron en el hospital, le dije
que cerraría la puerta con llave que me preste la otra llave, ella me contó que
le sacó la llave al marido de las dos que tienen para que el no se quede
ninguna, y que si no intervenían los vecinos el ex marido la mataba.
Delfina sentía
vergüenza, se sentía un trapo de piso, se sentía estrujada y humillada, sentía
que el mundo era una mierda. Traté de recordarle miles de cosa hermosas entre
las cuales están sus viejos sueños y algunos de sus logros. Pero ella sentía
que era su culpa haber salido con ese sorete y de algún modo sentía mucha
humillación por las emociones en que la hundió la violencia, cosas que ella nunca
deseo sentir, como el terror o la dependencia. Le prometí ayudarla y que todo
iba a mejorar.
Tres horas más tarde
yo estaba en lo de Melina, con una ceja abierta sangrándome.
Tuve que contarle a
Melina lo que ocurrió.
Melina -¡¿Qué te
pasó?!
Yo –Nada grave, no es
nada, voy a estar bien.
Melina –Pero ¿qué te
pasó?
Yo –Me tuve que cagar
a trompadas con el ex marido de una amiga y con uno de sus amigos.
Melina –Pero ¿porqué,
te encamaste con su mujer?
Yo –No, nada que ver,
lo recontracague a trompadas y llegó un amigo de él y atinó a pegarme de
costado una patada en la ceja.
Después recagué a
trompadas a su amigo.
Ya te digo, yo estoy
bien, ellos no.
Melina –Pero Ricardo
no podés vivir así, sos grande ¿cómo puede ser que en un momento sos como un
catedrático y al otro como un ganster?
Yo –Leíste la nota que
te dejé.
Melina –Sí, es
hermosa.
Yo -¿La entendiste?
Melina –Creo que sí.
Yo –Entonces no trates
de cambiarme a mí, yo no intentaré cambiarte a vos, si compartimos momentos que
nos hacen bien y que disfrutamos eso es un montón y es hermoso, lo demás dejalo
para los ancianos. Para los que se apegan a los cánones dogmáticos de las
costumbres aburridas y necias. Por favor, aceptémonos como somos o sigamos cada
cual por su lado. No hay necesidad de que yo complete la imagen del hombre
“ideal” que vos hayas idealizado ni jamás exigiría que completes vos a una
supuesta mujer “ideal”. A mí me gusta lo que comparto con vos. Y ya eso es
mucho y es muy lindo.
Melina –No, yo no
pretendo cambiarte, solamente me preocupé.
Yo –Vos misma lo
dijiste, estoy grande, sé cuidarme solo. Estoy bien, en serio, no te preocupes
ni tomes a mal lo que te dije. Ya te conté que fue lo que paso y te aseguro que
estoy bien. Vine a verte porque me mandaste un mail y tengo ganas de estar con
vos y no quiero que estés preocupada por nada de lo que no es además
preocupante en absoluto, pasémosla bien.
Melina –Bueno, dale,
tenes razón. Ah, gracias por el desayuno, estaba rico.
Yo –Te dejé el café en
esa taza con tapa para que no se te enfríe ¿lo llegaste a tomar caliente?
Melina –Sí.
Yo –Entonces calqué
bien.
¿Sabes que tenés una
vecina que nos espía?
Melina –Sí, igual es
lesbiana, tiene novia. Veces su novia
viene a su casa.
Yo –Ah, entonces te espía
a vos. Jajajajaja
Melina –¿De qué te
reís?
Yo –No, de nada.
Melina –No, no no de
nada no, de algo te reís.
Yo –Una cagada que me
mandé. Que es muy graciosa.
No me quedó más que
contarle el dibujo de la vecina que hice con la frase que le escribí. Y entonces
la que comenzó a reírse fue Melina.
Yo –Está bien que te
rías de mí.
Melina –Eso te pasa
por coquetear con mi vecina cuando todavía tenías todo el aroma de mi cuerpo
encima de ti. ¿Ves que no querés madurar?
Yo –Lo primero te lo concedo, lo segundo depende. ¿Vos asocias la maduración como un compromiso sexual unilateral?
Yo –Lo primero te lo concedo, lo segundo depende. ¿Vos asocias la maduración como un compromiso sexual unilateral?
Melina –No exactamente
pero es un poco raro lo que hiciste.
Yo –Solamente me dejé
llevar ante una actividad que podríamos señalar también como un poco rara, la
vecina Voyeur parece más rara en su actitud que yo si es que vamos a poner
carteles a las conductas.
Melina –En parte puede
ser pero creí que fue lo suficientemente lindo lo que nos pasó anoche y que no
te quedaría espacio para pensar en otra cosa.
Yo –Lo que compartimos
anoche fue hermoso pero si me pongo a idealizar cada detalle y a acompañarte en
idealizaciones, entonce vos y yo vamos a lastimarnos mucho y por más que nos
hagamos mucho bien nos haríamos mucho mal.
No tenía intención de
levantarme a tu vecina si eso te deja más tranquila saberlo. Solamente me llamó
la atención cómo podía escribir a partir de ese hecho una historia y cómo podía
continuar la misma fue la intriga que me llevó a darle el dibujo con la frase.
Melina –Pero sabés que
inevitablemente tu audacia puede es coquetéo y que de hecho el arte con que
acompañas tus acciones no pasa desapercibido.
Yo –En parte sí y en
parte no, tu vecina puede interpretar mi conducta para el recarazo ya ves que
hacemos especulaciones prejuiciosas de un modo u otro. Pero a mí me interesas
vos, vine a verte a vos no a tu vecina.
Melina -¿querés
escuchar algo de musica? Elegite algo para poner suave mientras cocino.
Yo -¿Te puedo ayudar
en la cocina?
Melina –No, esta vez
no.
Puse Jazz, fui hasta
la cocina, la tome de la cintura por la espalda, le besé el cuello y le susurré
al oído, soy bueno cocinando ¿No me dejás ayudarte un poco?
Melina se dio vuelta y
empezamos a garchar como fieras enajenadas y con la luz tenue.
La cocina tenía una de
esas perillas que regulan la fuerza de la luz. Y el comedor también. Melina
apoyada contra la pared comenzó bajar la perilla.
La senté en la mesada,
abrí sus piernas y me la comí a beso a Melina entera. Después la puse boca
abajo sobre la mesa y siniestramente percibí dos ojos brillando en frente que
luego eran cuatro, en una oscuridad apenas acariciada por la poca luz que se
proyectaba desde la cocina de Melina. Eran los ojos de la vecina de Melina y de
la novia de la vecina de Melina. Y yo dándole murra a Melina para deleite de
las vecinas depravadas.
Que escena tan
nocturna y oscura. Se empezaron a besar las vecinas aportándome más calentura
de la ya existente y me llevé montada sobre mí a Melina al comedor para
concentrarme solamente en Melina. Sin distracciones caligulescas.
De pronto, Melina dejó
a la mujer cordial, me mordió la oreja y me susurró una frase que es poner
quinta a fondo.
Melina –Quiero que me
hagas el culo.
Melina estaba más
caliente que la noche anterior, claramente.
Noté que mientras
complacía su pedido y mientras la masturbaba al mismo tiempo que le daba el
gusto. Sus piernas abiertas de par en par y ella sentada sobre mí, con sus
senos desnudos y su vagina masturbada por mi mano apuntaban a la ventana de su
vecina. Y ahí mismo vi que sus vecinas no solamente nos miraba sino que estaban
garchando. Es un momento realmente muy peculiar debido a que no tuve que
inventarlo para que exista y tampoco estoy filmando una porno, es simplemente
un momento de vida, se queda y se va con la vida de quienes lo viven. Es iba a
decir como si todavía lo estuviese viviendo, pero fue, era un momento muy
intenso y estimulante, realmente fue muy intenso todo. Melina tenía
contorsiones espasmódicas de verdad estaba chorreando por todos lados orgasmos
y yo estaba por estallar como si fuese un camión de bomberos que apaga
incendios con leche. Y las vecinas de Melina estaban caliguleándola en un 69.
Lo que me hizo estallar más fuerte, como un volcán de leche en erupción.
Realmente fue muy
intenso y caí rendido.
Melina me lleno de
besos mientras yo quedé estático mirando el techo.
En el techo imaginé
constelaciones, constelaciones girando.
Melina me besó la
herida en mi ceja, literalmente me lamió y luego besó con sus labios la herida
en mi ceja.
Nos quedamos
abrasados. Estáticos. Eternos. Satisfechos. Enamorados. Sin reproches, sin
reclamos, sin ayer ni mañana. Solamente eternos como ese momento. Momento que
iba a terminar aunque jamás termine.
Empecé besarle la espalda a melina, incluso donde se
le hacen dos hoyuelos. Me encendí un cigarrillo. La di vuelta y le besé el
abdomen, el ombligo, mordí sus piernas, sus nalgas, besé su cuello, mordisquee
sus senos, su pera y su nariz.
La llené de besos
hasta en sus brazos.
La alcé en mis brazos
y la lleve a su cama. Traje del baño una toalla mojada profusamente en agua
caliente tirando a tibia. La pasé por varias partes de su cuerpo y comencé a
besarle la concha por media hora hasta que erecto de nuevo volvía penetrarla.
Gritó enloquecida sin gritar, porque eran gemidos enloquecidos que no eran
gritos y que a la vez lo eran.
Terminado todo ella me
dijo como quien suelta algo desesperado: Te amo.
Quise explicarle que
eso que ella siente no creo que sea amor pero no quise explicarle que es lo que
creo que es que la lleva a decir que lo es.
Le dí un beso muy
diferente a todos los anteriores, uno inolvidable y le dije que debía ir a
cuidar a Delfina, que es solamente una amiga y que me necesita.
Melina comprendió y me
fui sin promesas, con mucho cariño, me fui.
Emprendí viaje hacia
lo de Delfina y dormí junto a Delfina. Solamente cuidándola, sin nada sexual.
Cuidándola y charlando con Delfina. Le conté un par de ideas que la
entusiasmaron y le expliqué porqué todo mejoraría, le conté exactamente qué
haríamos para que todo mejore.
Delfina -¿Te peleaste
con Daniel?
Yo –Sí Delfi, no te va
a molestar más.
Delfina –Es un hijo de
puta.
Delfina rompió en
llanto. La acurruqué abrazándola. Y le repetí un millón de veces, todo va a
mejorar de a poco, todo va a ponerse bien, vos te vas a poner bien, vas a estar
bien. Todo va a salir bien. Descansa tranquila, no te va a pasar nada. Le dije
hasta que se cerraron sus ojos y finalmente pudo dormir ella y pude dormir yo.
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