Autor Ricardo Garavito
DNI 23.968798
Las relaciones neuronales de la costra
política siempre van por debajo de esa piel endurecida. Los circuitos nerviosos
de una sociedad son canalizados siempre numéricamente. Las matemáticas rigen
las necesidades y las ambiciones, pero las reacciones sociales tienen
combinaciones emocionales que decantan en conductas electorales por
historicidad, por macrohistoricidad y por microhistoricidad.
Lo que algunos llaman realidad es siempre un
recorte hegemónico de las millones de realidades que conforman una realidad
total pero ese recorte de la realidad se llama “realidad totalitaria”.
Melina interrumpe mi
escritura, se me acerca, me abraza, me da un beso y me pregunta:
¿Me dejas ver…Qué
estás escribiendo?
Ricardo –No terminé
todavía.
Melina me sigue
distrayendo y dándome besos como cuando un capricho se vuelve obsesivo, con esa
conducta felina de enroscarse alrededor mío y refregarse como una gata hasta
que la levante de las piernas y la llevo contra la pared y la beso mientras se
ríe. Luego, la dejo en la silla donde yo estaba, frente a la computadora y ella
se pone a leer mientras yo voy a la cocina a calentar agua. De nuevo su vecina
se pasea desnuda, mientras yo hago unos huevos revueltos con trozos de quesos y
fiambres para mí y con verduras para Melina, hago un par de tostadas, exprimo
jugo, y preparo un mate de hierbas. Toda esa comida que traje también a lo de
Melina en dos bolsas. Siempre con mi mochila al hombro. En mi mochila siempre
hay libros, ropa, comida, dibujos y textos. ¿Por qué? Básicamente por el modo
en que trabajo. Cosas que aprendí a hacer cuando creé la CETEP y La Garganta Poderosa
que, se la quedaron los mismos que se quedaron tantas cosas que he creado. Como
cuando creé ideológicamente los movimientos de excluidos, de villeros. Cosas
que se repartieron entre Grabois y Levy y varios y varias más. Lo cual no viene
al caso ahora, la cuestión es que en la calle quien sabe moverse sabe conseguir
comida y ropa y hacer artesanías y trabajar de abastecedor de feriantes y
varios etcéteras. Uno sabe cocinar para un centenar de personas porque uno ha
laburado en restoranes, pizzerías y ollas populares.
Melina –Es interesante
como te expresas sobre cosas que con tus palabras exactas significan una cosa y
dichas por otro y otras significan otra. Tu forma de decir y de hacer no es
igual a la de quienes te imitan, tenes algo que siempre te hace diferente, algo
difícil de explicar. No logro nunca ver las cosas tan claro como cuando las
pasas bajo tu lupa. Tengo mi lupa y no llego a esos rincones en que vos enfocas
incluso posando mi lupa en esas mismas esquinas.
Ricardo –No estás
acostumbrada a ver de noche, es solamente eso.
Melina –No, de verdad
te lo digo.
Ricardo –Sí, yo
también te digo verdaderamente. En mi mirada hay una oscuridad, yo ilumino lo
oculto, bien, pero desde la oscuridad, mi secreto es: los observadores foráneos
no pueden ver la oscuridad con sus linternas porque cuando enfocan la oscuridad
desaparece, yo no soy un visitante en la nocturnidad, yo soy parte de toda esa
nocturnidad, crecí mirando a oscuras, como no prendo una linterna no desaparece
ante mis ojos lo que está oculto en esa oscuridad.
Melina –Es genial lo
que me decís, exactamente eso haces pero no sabía cómo decirlo. Y vos de vuelta
lo hiciste, traes a mis ojos lo que no puedo leer de cómo escribís lo que
escribís.
Ricardo –Hoy estás
excesivamente cariñosa y aduladora, y yo que necesito tantos mimos y elogios
para ejercer mis convicciones te preparé el desayuno.
Melina –Ahí de vuelta
estás siendo irónico y áspero.
Ricardo –Un poco, dado
que no me gustan las mariconeadas culturales. Ablandan la ideología ante
descomunales brutalidades políticas como por ejemplo las representadas por
Bolsonaro.
Melina –Lo estás
haciendo de vuelta, yo empiezo a interpretarte como solamente irónico y estás
diciendo algo cierto y más profundo de lo que se percibe a simple vista en lo
que decís.
Ricardo –Si seguís así
me vas a proponer matrimonio y me voy a ir corriendo, ya pareces una mina
antigua y sos más joven que yo, no rompas tu marco generacional, tenes que ser
despreocupada, sin compromiso y lanzada a la vida como sobre un manjar a
devorar sin culpas jejeje
Terminé la frase mientras servía el desayuno
en la mesa, comimos reímos, tomamos unos mates y leímos algunas de las muchas
estupideces que los periódicos decían.
Después me levanté, me
emparejé la barba, me cepillé los dientes, le di un beso a Melina y le dije: Me
tengo que ir, y yo también, a mi manera, también te amo. Del modo en que yo sé
y del modo en que puedo hacerlo, no me pidas más que eso.
Me llevé mi texto en un pen drive para
continuarlo. Salí al frío y caminé, saludé a mucha gente que vive en la calle y
que me conoce, caminé durante horas, atravesé siete barrios porteños en mi
peregrinación. Después me fui hasta Mataderos, caminando, después me fui hasta
Villa del parque caminando, luego me fui hasta la Boca caminando y finalmente
me fui a Palermo caminando. Una vez en Palermo, entré en un locutorio, y me
puse escribir en mi página esto. Recordé que había hecho muchas cosas todo el
día y que se me acaba el tiempo y que debo conseguir un hotel y que hay cientos
de cuadros y libros míos que debo transportar. Salí del locutorio y me fui a
cenar a una plaza, a cenar y a beber un vino, fumando al aire libre, bocetando
algo en mi cuaderno y escribiendo algo más. Mis dedos tenían todavía el sabor y
el aroma del cabello de Melina hasta que en el segundo cigarrillo el tabaco
tapó el rastro del amor. Como suele ocurrir con la nicotina y el humo, como
suele ocurrir con todas las mujeres que amamos, las dejamos ir o se nos van de
los dedos, simplemente porque precisamente las amamos libres. Y eso mismo
también es lo que significaba a mi manera. La única manera que conozco de no
herirlas. Alejándome de a poco como un recuerdo en el viento. Quizás, me aterra
quedarme y constatar que todo se pudre, que todo caduca, que todo se estanca y
se muere, tal vez mi modo de partir deja vivo lo mejor de los amantes y de la
rebeldía.
Probablemente eso sea
la libertad, no marchitar sentimientos ni personas atándolas a la constancia de
las rutinas de una hegemonía cultural que domina las relaciones de afecto desde
una necedad asfixiante donde se juran compromisos que nadie cumplirá y se hacen
promesas que siempre se traicionarán. Entonces, mi modo de no forzar a nadie ni
siquiera a mí mismo a padecer la decadencia ética, es mi conducta de apego al
desapego perpetuo.
Probablemente nada de
lo que yo escriba le haga bien jamás a ninguna mujer, ni a nadie, es posible
que no sirva de nada. Pero al mismo tiempo es mi modo de amarlas. De amar a
cada una de las mujeres que he amado por como son, sin intentar cambiarlas.
Pensar en voz alta no
es forzar a nadie a nada y rompe soledades muy acompañadas. Se escribe para
acompañar a las solitarias que siempre están acompañadas.
Ni siquiera sé cómo es que me toleran ,) Pero ella jamás pudo ver en la osucuridad ,) por eso siempre dependió de mí ,) Te quema, sin mí no la sabés llevar, lo arruinaste otra vez más ,)
Es tan perfecto que asusta ,) Muy loco todo ,) Mi perra dinamita está fiera como una tártara, y baila Terk y dice Yeha y mueve el traste sin docilidad ,) Bueno, seres primitivos y padecientes, recuerden beber con moderación si van a conducir un monopatín ;)
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